jueves, 10 de junio de 2010

Pesadilla (1)


-¡Xsss! Despierta. ¿Me oyes? Ya es hora de que tengamos una charla. ¡Espabila chaval!- Me dijo alguien mientras golpeaba mi rostro con violencia. Forcejeé intentando quitarme a mi agresor de encima, cuando lo conseguí, escudriñé la habitación, pero no había nadie. Me encontraba yo solo, en el salón de mi casa, a oscuras, al parecer me había quedado profundamente dormido mientras estudiaba. Me froté los ojos intentado escapar por completo del sopor que me poseía. Caminando zarandeándome por la casa busqué a mi compañero de piso, pero no había nadie más en la casa. ¿Estaría soñando cuando escuché esa voz? Convencido, me dirigí al sofá de nuevo, donde me deje caer como si mi cuerpo fuese una carga imposible de aguantar.

Cerré los ojos escuchando el tenue sonido de la música que salía de mi portátil. Cuando me había acostumbrado al volumen de la música escuché de nuevo esa voz. - ¿Ya te has despertado? Creía que tendría que tirarte un cubo lleno de agua o algo así para que me hicieras caso. Mira que te cuesta dormir, pero cuando lo haces no hay manera de que despiertes.- Un escalofrío me hizo incorporarme de un salto. Con los ojos abiertos como platos, busqué desesperadamente a la persona que se había colado en mi casa.

Después de escrutar cada palmo de la habitación un suspiro de tranquilidad salió de mi boca. A la vez mis parpados se entornaron para pestañear, y cuando volvieron a abrirse un hombre estaba sentado a mi lado. -¡¿Quién eres tú? ¡¿Cómo has entrado?!- Grité mientras me alejé tirándome al suelo huyendo sin apartar la mirada de aquel individuo.

- ¿No me reconoces? Es cierto que nunca nos hemos visto, pero que no recuerdes mi voz…, después de todas las conversaciones que hemos mantenido tu y yo. Eso me duele chaval.- Dijo el desconocido mientras se rascaba la cabeza y su rostro hizo una mueca de dolor fingido. Su tez era pálida, casi sepulcral. Aunque sabía que nunca había visto a esa persona tenía algo que me resultaba muy familiar. Mientras buscaba por mis recuerdos de qué podía conocer a ese hombre, clavó su mirada en la mía y el horror se apoderó de mí. Negro. El fondo de sus ojos, su esclerótica era negra. Su iris era de un color amarillo fuego, sencillamente, era una mirada diabólica. Pero tras el susto inicial, cada segundo que pasó con su mirada incrustada en la mía el terror dejaba paso a la curiosidad.

- Cada vez que la melancolía se apoderaba de ti yo era el que te liberaba, cada vez que llorabas como un infante yo era el que te consolaba, el que te daba el par de cojones para tirar hacia delante, ese, era yo.- Dijo ese ser, tras levantarse del sofá y acercarse con pasos firmes hacia donde yo estaba. Yo huía arrastrando mis piernas por el suelo hasta que mi espalda tocó la fría pared, entonces él se agachó y colocó su rostro a escasos centímetros del mío. Su mirada atraía a mis ojos. - ¿De verdad que no sabes quién soy?- Apartó su mano de la rodilla donde se apoyaba y lentamente la fue acercando hacia mí. Presa de la confusión y el pánico aparte mi cara y cerré los ojos para no ver esa tísica mano acercarse. Abrí la boca para sofocar la angustia con un grito que se quedó a medio salir.

No estaba ahí. Abrí los ojos y solo estaba yo, como si acabara de despertar de una horrible pesadilla. Me encontraba en el salón de mi casa, arrinconado a la pared, envuelto en la penumbra de la noche. Estiré las piernas y apoyé mi cabeza sobre la pared mientras intentaba recuperar el ritmo de mi respiración. ¿Me estaba volviendo loco?

- Sabes quién soy, pero no quieres creerlo. Pero tranquilo chaval, que esta vez me escucharas de verdad. – Era su voz, pero esta vez no había nadie conmigo en la habitación. No podía ser, la voz provenía de mi mente, fue como un eco resonando en mi cabeza.

- Me harás caso quieras o no.

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